top of page
Buscar
Foto del escritorismaeldeleon3

Una tarde en el estadio

Actualizado: 18 oct 2020



Hoy viene a mí un recuerdo de 1976. Era una de esas agradables tardes templadas, típicas del diciembre caraqueño. Yo tenía 12 años,  y un día en Casalta, andando por la vereda del bloque donde vivía, me encontré con Catire Petit, un vecino y amigo de la infancia con quien compartía la afición (pasión, más bien) por el béisbol. Me dijo que fuésemos el domingo próximo al estadio Universitario, pues iban a jugar nuestros equipos, La Guaira y Magallanes. A la invitación recuerdo que le contesté: "Tu sabes que mi mamá no me dejará ir solo contigo al estadio". "No te preocupes, Andrés irá con nosotros", me respondió. Ante el ofrecimiento de que su hermano mayor iría con nosotros, salí corriendo a pedirle el permiso a mamá. Y así fue. Hablé con ella y me dijo: "Si Andresito va, puedes ir". Emocionado por la "luz verde" concedida para ir al juego, esperé con ansias ese día domingo. Ya el Catire me había advertido que debíamos irnos a las 6:00 de la mañana, aunque el juego comenzaba a las 11.00, pues había que llegar temprano para conseguir buenos puestos en la tribuna principal.


Llegó el domingo en cuestión. Salgo del apartamento a la hora acordada, pero me sorprendo al ver al Catire bajar por las escaleras sin la compañía de su hermano. Le pregunté por Andrés, y me respondió que él no iría con nosotros. "Eso te lo dije para que te dieran permiso", agregó. Yo dudé un poco, pero me convencí a mi mismo de que tenía el permiso de mamá, así que dije "vámonos para el estadio".


En ese entonces el Metro de Caracas aún no existía, así que para llegar al Estadio Universitario desde Casalta, había que tomar en la plaza ProPatria, la camioneta de la ruta "Vía Silsa", atravesar media Caracas y quedarse en la Avenida Andrés Bello, a la altura de la Iglesia de la Chiquinquirá, en La Florida. Desde ahí había que caminar hasta la Universidad Central de Venezuela (UCV), lo cual implicaba que teníamos que recorrer varias cuadras. Llegamos al estadio y nos percatamos de que había poca gente, compramos las entradas, y afortunadamente conseguimos muy buenos puestos. Por ser el Catire el mayor de los dos (dos más que yo), y porque además él había pagado las entradas, se hacía lo que él decía. Era una regla tácita que yo acepté sin protestar. "Vamos a sentarnos del lado de la primera base", "Vamos a buscar las sillas sobre el dogout para ver a los jugadores (de La Guaira, su equipo) de cerca". Y así fue, ¡Teníamos tremenda vista! Los jugadores estaban frente a nosotros, le escuchábamos sus voces, y para nuestra edad, eso era particularmente emocionante.


Era la temporada 1976-77, ambos clubes iban bien en el standing de la Liga de Béisbol. De hecho, la final de esa temporada para decidir el campeón fue entre los "equipos del mar" como decíamos. Los Navegantes del Magallanes ganaron la final 4 juegos x 2 a La Guaira. Los Navegantes estaban encabezados por los toleteros Dave Parker y Mitchel Page. Rick Reuschel en la lomita con Chris Batton y dirigidos por Don Leppert. Entre los criollos estaban Oswaldo Olivares, Gustavo Gil y el líder en triples Félix Rodríguez con 10. Los Escualos tenían al receptor Steve Patchin, que nos hacía recordar a Carlton Fisk, de los Red Sox; al veterano en está liga, Clarence Gaston; al estelar lanzador zurdo Larry Gura, también a Dave May, al cubano José Cardenal, y entre los criollos contaban con Enzo Hernández en el campocorto, Robert Marcano y Ángel Bravo

entre otros.


El juego estuvo muy bueno, muy parejo, llegó a la novena entrada empatado a 7. El encuentro fue a extranining y un home run de Mitchel Page con 2 en base en el décimo, puso el marcador 10 x 7 a favor de los Turcos y así quedó.


Llegamos a Casalta cerca de las 3 de la tarde, nos despedimos, yo estaba eufórico y el Catire visiblemente triste. Pero esta historia no termina sin que salga a la luz una cuenta pendiente. En la noche, estando la familia reunida en la cocina, me preguntaron que cómo me había ido en el juego y quién nos había acompañado. Cuando dije que Andrés había ido con nosotros, Alex, mi sobrino, que en ese momento tenía tan sólo 5 años, dijo a todos: "Yo vi a Andrés jugando metras allá afuera en la tarde temprano". Alex no había terminado de hablar cuando ya mi amada madre me estaba jalando las orejas, me metió en una habitación y correa en mano me dijo "eres un mentiroso".


Al día siguiente Catire y yo descubrimos que tuvimos la buena fortuna de salir en la prensa en una foto que le hizo el "pollo" Sosa -célebre fotógrafo del diario deportivo Meridiano-, a Mitchel Page. En la foto Page quedó inmortalizado en un swing, y al fondo, en el público, Catire y yo con nuestras quijadas apoyadas sobre el tubo de la baranda. La emoción de vernos ahí fue inmensa.


Con el tiempo olvidé el dolor de la amarga pela que me dió mi mamá, pero no olvidé nunca el dulce triunfo del Magallanes, y haber salido al día siguiente en el diario Meridiano.


Esto ocurrió hace ya 43 años.


Moraleja: La mentira tiene patas cortas.


PD: Esta nota debió estar acompañada por la foto mencionada en el texto. Si algún lector tiene idea de cómo encontrarla, agradecería la información.  Y gracias de antemano. 



202 visualizaciones3 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

3 comentarios


ana garcia gonzález
ana garcia gonzález
05 sept 2020

Excelente historia primo, experiencia para no olvidarla jamás jeje.... solos para el stadium , una locura!!! Y Alex se acordará?, inocentemente dijo la verdad ...la Correa tarde o temprano llegaría jaja

Me gusta

Javier Centeno
Javier Centeno
05 sept 2020

Que buena historia Ismael. Un gran abrazo

Me gusta

Luis Lacave
Luis Lacave
04 sept 2020

¡Qué bueno, primo! Lástima que no conservaste esa foto, la verdad es que no sé cómo encontrarla, habría que averiguar si Meridiano tiene un archivo,o en la Hemeroteca nacional.

Me gusta
bottom of page