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La saliva en el zapato


En pose de carátula de LP con los primos Luis y Luis Enrique (†)

En mis días de infancia la música siempre estuvo presente en casa. Se escuchaba en un tocadiscos RCA Victor que debe haber comprado mi papá y que con los años se sustituyó por un equipo Pioneer. De pequeño escuchaba la que imponían los adultos de la familia, hasta que empecé a crecer y definir mis preferencias. Así pues, los años 70 fueron mi génesis en cuanto a gustos musicales, y como todo el mundo, yo tenía los míos. Debo decir que uno de los beneficios que disfruté por haber crecido en una familia numerosa es que recibí muchas influencias, así que tuve de donde escoger.


Mi papá nos dejó una interesante colección de LP (Long Play, disco de 33 rpm), fundamentalmente de música venezolana de la década de los 60. Allí destacaba el arpa de Juan Vicente Torrealba y las gaitas de Cardenales del Éxito. A mi hermano mayor Inocencio le gustaba Demis Roussos, Nicola Di Bari, Mirna Ríos, pero eso no era para mi. En casa también se escuchaba la rumba flamenca de Peret, que tampoco me gustaba. Mis hermanas mayores se inclinaron por las agrupaciones pop que nos llegaban de Estados Unidos, pero por alguna razón a mi me gustaba la orquesta Billo`s Caracas Boys. Convengamos que era música más bien para mayores, así que ¿qué hacía yo escuchando esa música y no los Beatles, por ejemplo? Me parece que esta preferencia tan particular a esa edad se debió a que en las reuniones que mamá hacía en casa, lo que se escuchaba era la música del maestro Luis María Frómeta, mejor conocido como Billo. Y cómo no, su orquesta era "la más popular de Venezuela", el fenómeno del momento, por lo que sus canciones pasaron a convertirse en la banda sonora de por lo menos dos generaciones de venezolanos.


Pronto y de manera fortuita me encompinché con mi primo Luis para compartir, a temprana edad, los alegres compases de Billo. A los 10 años ya podía comprar discos con lo que mamá me daba para la merienda, otra opción era pedir de regalo de cumpleaños un disco de la Billos a mis hermanas mayores. De esta manera empecé mi colección. Aprovecho para recordar que en 1966 un elepé costaba 15 bolívares, en 1974, 28, y más adelante los subieron a 30 bolívares.


Durante mis estadías en casa de mi tía Carmen en Caricuao, mi primo Luis y yo pasábamos horas y horas oyendo música. La televisión no era una de nuestras preferencias. Éramos muy selectivos o limitados -como lo quieran ver- a la hora de oír música, solo la orquesta de Billo`s Caracas Boys era lo que nuestros oídos estaban dispuestos a escuchar. Luis y yo estábamos pendientes de cada LP que lanzaban; sabíamos que grababan dos discos por año y hacíamos lo posible por adquirirlos. Escogíamos cuales temas eran buenos y cuáles eran los malos según nuestro criterio. Cantábamos de memoria las canciones interpretadas por Cheo García, Felipe Pirela, Memo Morales...



Pero con el pasar del tiempo, un hecho puso a prueba nuestra fidelidad a la internacionalmente famosa orquesta. En la primera parte de los 70 comenzó a sonar en la radio la Dimensión Latina, una agrupación venezolana que venía en auge y que con los años pasó a convertirse en un referente importante en la historia de la salsa. En ese momento no podíamos augurar el brillante futuro que tendría esa orquesta dirigida por César "Albóndiga" Monges, y liderada por Oscar D` León y Wladimir Lozano, pero sí tuvimos el tino de reconocer su calidad. A partir de ahí Luis y yo empezamos a "caletrear" su repertorio, cantábamos e imitábamos a Oscar y a Wladimir, y también imitábamos onomatopéyicamente el sonido de los instrumentos. Ellos se convirtieron rápidamente en nuestros favoritos. Tenían un sonido más fuerte, más parecido al barrio. Recuerdo que en ocasiones y por iniciativa de la prima Anita, hacíamos grabaciones caseras con un pequeño grabador portátil marca Sanyo que había en casa; comprábamos casetes y grabábamos todas esas canciones que tanto nos gustaban. La Dimensión Latina nos abrió la puerta al universo de la salsa, que ya encabezaba la Fania All Stars. Aunque cueste admitirlo, escuchar salsa en aquellos momentos producía el mismo rechazo en la gente que el reggaetón. Poco a poco Billo fue quedando atrás. La flor del trabajo, El metro y los Mosaicos, se convirtieron en temas para el recuerdo.


UNA DECISIÓN EQUIVOCADA


Un fin de semana de diciembre de 1976, recién cumplidos mis 12, ya estábamos en las vacaciones por las fiestas decembrinas y mamá, como de costumbre, hizo planes para ir a Caricuao. Sin embargo, nos hace la salvedad de que esa tarde del viernes había una fiesta para los trabajadores del Banco Central de Venezuela -donde mi hermana Isbelia era empleada-. así que me preguntó si yo quería ir. Por supuesto que le respondí que no. ¿Salir con dos hermanas a la calle? ¡No, qué pena! Y sí, yo estaba en la edad en la que a uno le daba vergüenza andar con las hermanas por la vía pública. Recuerdo que le dije a mi mamá que prefería ir a Caricuao de una vez y así fue. Mi hermana menor Idalia sí optó por ir esa tarde al club en El Paraíso con Isbelia y su pequeño hijo, Alex.


Al día siguiente ellos tres fueron a Caricuao y nos dieron la "feliz noticia" de que la Dimensión Latina se había presentado sorpresivamente en la fiesta. Para los asistentes fue un tremendo regalo de Navidad, pues la orquesta no estaba anunciada en el programa, y para mí, tremenda decepción. Luis y yo nos quedamos atónitos al percatarnos de lo que me había perdido. Hago un inciso para agregar que para ese diciembre de 1976, la Dimensión Latina había editado su LP, Salsa Brava, del que pegaron casi todos los temas en la radio. ¿Se acuerdan de Dolor cobarde y de Arroz con manteca?, inolvidables. La fama de la orquesta se había extendido más allá de nuestras fronteras, ya eran celebridades.


Pero sigamos. Mientras mis hermanas nos daban los detalles de lo que cantaron Oscar D' León y Wladimir, y en la medida en que íbamos preguntándoles por cada detalle de la actuación, yo lamentaba no haber atendido a la invitación y me decía a mi mismo ¡Cómo pude haber tomado la decisión de no ir al club! ¡Cómo es posible que me haya perdido la oportunidad de ver gratis a la Dimensión Latina! En nuestra mente de preadolescentes no cabía el hecho de que nosotros dos, que éramos verdaderos fanáticos de Oscar D' León y que nos considerábamos "conocedores" del género salsa, nos hubiéramos perdido un concierto en vivo de nuestra agrupación preferida. Nos parecía una injusticia. Para colmo y como guinda de la torta, nos contaron algo que hubiésemos preferido no escuchar, y es que vieron el concierto en primera fila, y que como estaban tan cerca de los músicos, la saliva que Albóndiga sacaba de la varilla de su trombón, cayó sobre uno de los zapatos de mi hermana Idalia.


Ese "bautizo" salsero ha debido ser para Luis y para mi ¿no lo creen?


Por cierto, nunca tuve la oportunidad de ver a la Dimensión Latina en vivo.





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